jueves. 25.04.2024

"Si uno se prepara, la muerte se puede vivir como algo natural"

Argentina se convirtió en uno de los pocos países de la región en contar con una Ley de Cuidados Paliativos. Fue aprobada por amplia mayoría por la Cámara de Diputados y busca incrementar la calidad de vida de pacientes con enfermedades crónicas en el final de sus vidas. Entre otras cosas, busca asegurar el tratamiento integral y personalizado de los pacientes en el ámbito público-privado y el acompañamiento al entorno. Santiago Molina es médico generalista y especialista en Cuidados Paliativos. En diálogo con Cuatro Palabras cuenta qué implicancias trae la sanción de esta ley y explica cómo es el proceso de entender a la muerte como una posibilidad.


Por Martina Dentella

La iniciativa, que brindará apoyo a pacientes y familias de pacientes que cursan enfermedades crónicas progresivas y terminales, fue aprobada por una amplia mayoría en la Cámara de Diputados de la Nación. Lo cierto, es que el sistema sanitario no cuenta con suficientes equipos de salud especializados en acompañar a quienes sufren enfermedades en un estadío terminal, y la mayoría de los pacientes no acceden a este tipo de tratamientos.

Molina realizó la residencia en el Hospital General de Agudos "Dr. Enrique Tornú". Lo motivó que fuera una rama de la medicina que trabajara de forma interdisciplinaria, “trabajar a la par de otros colegas te permite aprender un montón”, dice en diálogo con Cuatro Palabras. Además, le interesó el abordaje domiciliario, que le permite salir del ámbito hospitalario a los pacientes, y porque se trabaja de forma integral: “además de ocuparte de lo físico, abordás otras áreas, trabajás con otros problemas y objetivos”.

 

-¿ Qué implica para un paciente tener la posibilidad de acceder a los cuidados paliativos?

-Justamente, tener un abordaje integral de la enfermedad, no solo desde lo físico, sino tener la oportunidad de ser consultado sobre un montón de otras cuestiones, y darle un mejor control de los síntomas. Incluso, está demostrado, que las personas que tienen atención paliativa de manera precoz tienen más posibilidades de tener una mejor calidad de vida. Pueden ser abordados por psicólogos, nutricionistas, enfermeros, que pueden dar respuestas que los médicos no tenemos.
Se sienten más contenidos.

 

-Los cuidados paliativos están muchas veces asociados al dolor, ¿qué otros abordajes implican?

-El dolor es uno de los síntomas más frecuentes, pero no es el único. Hay muchos otros síntomas, y hay que tener en cuenta el impacto psicoemocional, que es la parte que suele beneficiar más a los pacientes. Al tener un espacio que aborde otras perspectiva más allá de lo farmacológico, uno puede desandar otras cuestiones. El dolor es una experiencia, una expresión influenciada por un montón de factores, que está atravesada por lo físico claramente, pero también depende del contexto en el que uno se encuentra. Entonces hay que tratar de acompañar y descifrar qué es lo que más le puede servir a cada persona. Y no es solo dolor, es falta de aire, de energía, angustia, pérdida de apetito,
diarrea, constipación, entre otros síntomas.
No solo se trabaja con el paciente sino con sus familias, que muchas veces son sus cuidadores y acompañantes y también -a medida que la persona pierde funcionalidades por el avance de la enfermedad- van claudicando. Entonces también hay que estar cerca de ellos. Tienen un montón de preguntas que uno va a respondiendo como puede. A veces no tenemos respuestas, o no son las que uno quisiera dar.

 

-¿Cómo se transitan estos procesos?

-Es importante el abordaje precoz, porque permite trabajar las necesidades que pueden surgir en el proceso de cada paciente y su entorno, para poder ir justamente anticipándose, antes de que se transforme en una situación de claudicación, o estresante, angustiante. Cuando te vas anticipando, más margen tenés para acompañar y resolver. Este trabajo es el que muchas veces excede a los cardiólogos, oncólogos, neumonólogos, etc.

La idea es una incorporación gradual, en principio nos presentamos como equipo de soporte, control de síntomas, o manejo del dolor, y si la enfermedad avanza, vamos tomando un rol mucho más central.

 

- ¿ Cómo han sido tus experiencias?
-Como profesional y como equipo es muy satisfactorio cuando podés cumplir con la autonomía y el deseo de las personas, que elijan si internarse o no, o acompañarlos en el buen control sintomático es muy gratificante. Otra de las claves es acompañar el duelo, que por ahí está más ligado al trabajo de psicólogos y psicólogas, pero es clave identificarlo: quién puede tener un duelo patológico, cómo acompañarlo. Se prepara el terreno, y las experiencias son muy positivas, al margen de la angustia y el sufrimiento.

 

-Uno de los puntos del artículo 3 de la ley dice que el programa debe fomentar que se considere a la muerte como un proceso normal, ¿es posible? ¿se logra?

-Más que con el paciente, es con la familia ese trabajo. Entender que la muerte es una posibilidad, y qué cosas pueden ser positivas para ellos y el paciente sobre este suceso: que ocurra en su casa, que no esté sufriendo, que no tenga dolor, que haya podido resolver algunas cuestiones que no hubiera podido sin tener la posibilidad. También es una realidad que todos tenemos que tener presentes, en algún momento vamos a dejar de vivir, y si uno se va preparando, la mayoría de las personas lo pueden llegar a tomar como algo natural.

 

¿Qué viene a modificar esta ley?

-Creo que le va a dar un reconocimiento a una disciplina que está bastante rezagada en cuanto a la distribución de recursos, y lo importante es que más personas tengan acceso a este tipo de prácticas. No hace falta un equipo especializado, los cuidados se pueden llevar a cabo en un domicilio o centro de salud. Si hay recursos y programas que fomenten la formación y seguimientos de los casos, son posibles de aplicar.

"Si uno se prepara, la muerte se puede vivir como algo natural"