sábado. 27.04.2024

La población le dio un mazazo a las urnas y mostró, de nuevo, quién puede torcer el rumbo definitivo si las cosas no van bien.

Las elecciones del domingo dejaron una gran sorpresa y los resultados exigen ser mirados con ojos sociológicos más que políticos, para poder revisar qué pasó en estos últimos diez años para que el 30% del electorado acompañe ideas tan disruptivas y distópicas. 

Javier Milei es un candidato con posibilidades de ser presidente que habla de terminar con la escuela pública, de dolarizar la economía, de terminar con el banco central, de comercializar órganos, de derogar la ley de matrimonio igualitario, la ley de interrupción voluntaria del embarazo, y ninguna de estas ideas generaron el espanto suficiente. Ni lo harán. 

El ausentismo es un actor y el voto a Milei es multifactorial pero tiene lógica. Es racional. Entre otras cosas, tiene que ver con el enojo respecto al gasto de la política. Una dirigencia que desde el retorno democrático no tuvo pudor ni vergüenza en engrosar sus cuentas y utilizar los recursos del Estado para separarse del llano, alejarse de la vida común y comunitaria: choferes, asesores, voluminosos equipos de prensa, asistentes, secretarios. Eso, sumado a un malestar generalizado por la pandemia, la deuda tomada por Macri con el Fondo Monetario, la sequía, y un Gobierno que no supo generar expectativas y consolidarlas. 

Ir por la campaña del miedo no es suficiente ni amenazante, porque para muchos no hay nada que perder. Los candidatos y la dirigencia en general hoy necesita resetearse, ver con otro prisma para ir a buscar desencantados, deben hacerlo aunque no cuenten el tiempo suficiente para capitalizarlo. No vale enojarse. Deben hacerlo porque el contrato social está partido. Deben hacerlo para sostener una democracia deshilachada, para tejer puentes que permitan pensar un futuro en donde se pueda hacer pie. Si quieren ser representantes deben conocer a quién representar. 

Uno de los candidatos locales supo leer y los vecinos lo acompañaron. Si no es cara a cara, al ras del suelo, con ideas materializables, tangibles, el peronismo no puede nada, porque habla un lenguaje que las mayorías no conocen y por lo tanto no comprenden. Soberanía política, independencia económica y justicia social, quedan muy lejos. Para algunas generaciones puede que apenas existan. Al calor del pueblo, hay que encenderlo. 

Al ras del suelo para hacer pie