jueves. 18.04.2024

La política no es una ciencia exacta. Lejos de eso, es una construcción cotidiana donde se cristalizan los mejores y peores momentos según el acierto o error en las decisiones tomadas.

Víctor Aiola construyó su propia carrera política montado en un mensaje renovador y esperanzador que planteaba saltar por encima de las estructuras tradicionales de los partidos políticos. Tuvo sus años de gloria y esplendor con el acompañamiento electoral que le permite ser el primer radical que gobierna dos veces la ciudad. En el mientras tanto se sucedieron errores y desaciertos. Algunos de grave magnitud, que fueron sobrellevados con la suerte y la instalación de un imaginario colectivo que se consolidó en la primera parte de su primera gestión.

Victor Aiola, el intendente del pueblo, el médico pediatra, el hijo de un herrero laburante y derecho como un perfil de acero, ya no brilla, ni convence. Ha perdido la iniciativa política y la creatividad para entusiasmar a propios y asustar a ajenos. Como a los boxeadores que les llega su tiempo y deben aceptarlo antes de que sea tarde, ayer tuvo su peor día. De movida volvió a cometer el error de no permitir que los presidentes de los bloques oficialista y opositor tuvieran la posibilidad de expresarse. Quiso estar solo arriba del ring y encima la pifió al tirar una piña al aire. Eligió atacar a un veterano en el oficio que lo estaba esperando. Fue ahí cuando la tribuna se le vino encima. Llovieron los insultos en el momento que atraviesa una etapa de fisuras internas, denuncias de corrupción y pérdida de credibilidad en su propia tropa. Justamente la que no estuvo presente para defenderlo cuando desde el público fue abucheado con los peores descalificativos.

La política también se construye con gestos, con aciertos en las decisiones coyunturales y con templanza. Nada de esto se vio en esta última apertura de sesiones del actual mandato de Víctor Aiola. Todo lo contrario, el Jefe Comunal cometió el peor de los pecados . Enojarse con el pueblo y tratarlo de “maleducado”, cuando fue él quien insultó las mejores tradiciones democráticas obligando a Lisandro Herrera a silenciar a la oposición.

Los próximos días serán claves en su vida personal y en su carrera política. Tendrá que poner el oído a alguna voz sincera, si aún queda, para que le ayude a pensar su futuro. Grave y letal seria porfiar el curso de la historia, no escuchar la palabra silenciosa de la calle y terminar como un púgil cansado y lleno de machucones. Tal vez sería demasiado y hasta inmerecido.

 

El peor de sus días