jueves. 25.04.2024

Los argentinos de carne y hueso apenas pueden con el calendario de cada mes. La política transita en otra dimensión y ya se juegan las preliminares de las elecciones del 2023. A pesar de la gestión, Victor Aiola se vio obligado a ponerse el traje de candidato. Desprecia los manuales de estilo que recomiendan dejar al retador que se desgaste en combates de categorías intermedias. El jefe comunal insinúa que no hay segundas líneas en condiciones de dar las batallas del día a día. Darío Golía no deja lugar a dudas. En la previa logró su objetivo. Lo obligó al intendente a subirse al ring antes de tiempo. Es difícil conocer los motivos por los que ambos intentan un tercer mandato. Aiola y Golía son los protagonistas excluyentes de la política local. Los demás la comentan. La única certeza es que el combate será en el barro y a matar o morir. Habrá que esperar la última tarjeta para conocer el final de la historia. O ser brujo. 

El intendente Victor Aiola desafío a sus correligionarios y amigos/enemigos PRO, para ver quien se anima a mostrar una encuesta que ponga en evidencia que puede haber un candidato/a que mida mejor que el. A modo de ejemplo basta con ver una reciente convocatoria en el comité Alem, con el economista Andres Malamud como invitado y el senador Agustin Maspoli como anfitrión. A pesar del manejo millonario y discrecional de fondos públicos que dispone, acumula y alguito reparte, el legislador no pudo juntar más de 30 personas en la casa radical. Más allá de estas anécdotas que los correligionarios chimentean y Aiola disfruta, lo cierto es que el jefe comunal se metió en un callejón sin salida. No pudo ajustarse a las recomendaciones de estilo. Ve que lo intentan esmerilar por adentro y que no hay segundas líneas para dar pelea frente a un retador experimentado, oficioso y dispuesto a poner el pellejo. Está claro que el pediatra debió ceder ante el desafío de Darío Golía y con más de un año de anticipación tiene que batallar con la gestión y jugar de candidato. Sabe o supone que el combate será en el barro, a muchos round y se define por puntos. Con paridad de fuerzas, ambos miran para arriba y esperan que las internas sangrientas de los niveles superiores no se las haga más difícil. 

Es Chacabuco…

Después de 7 años de gestión y con infinidad de problemas estructurales sin resolver, es demasiado riesgoso exponer la voluntad de reelección con tanta anticipación. Es de manual esperar, dejar que el otro se desgaste, improvise combates con boxeadores amateurs y esperarlo por sorpresa. Pero Aiola vio que los tiempos le juegan en contra, que los que aspiran a sucederlo no tienen oficio ni estatura para hacer de teloneros y no le quedó otra que salir a tirar piñas al aire. Los números que muestran las proyecciones de votos son mejores que la gestión, los competidores internos están, como mínimo, para 4 años más de gimnasio con Sergio Liendo y su horizonte político no pasa el arco de la ciudad. A partir de esas certezas, algunos de los interrogantes son ¿para que Aiola quiere seguir haciendo lo mismo que desde hace siete años? o ¿porqué quiere seguir siendo intendente?, ¿cuales son las recetas que podría aplicar y porque no lo ha hecho hasta ahora?, ¿cuánto tiempo

falta para que se concrete otro recambio de gabinete como se insinúa en los pasillos del palacio? ¿que margen tiene para seguir dejando heridos propios en el camino cuando ya sabe que existe el club de los viudos negros? 

La obligación de intentarlo 

Hay que ser tosudo para decidir volver al ruedo de la política territorial. Para arrancar de abajo y volver a empezar. Al actual concejal y vicepresidente de Ferrocarriles Argentinos, le sobran puertas para golpear aun cuando el peronismo pudiera perder las próximas elecciones a nivel nacional y/o provincial. Puede asegurarse cualquier rebusque que le permita despuntar el vicio sin asumir tanto riesgo y compromiso. Esos asientos por los que radicales sin tierra ni voto persiguen a cambio de renunciar a cualquier prejuicio ideológico. 

Pero no hay caso, el hombre es un luchador innato. Casi emulando a Mike Tison, con cuarenta largos sobre los hombros, volvió a la vieja rutina, la del llano. La que le permite recuperar “los ojos de tigre” como en la leyenda de Rocky Balboa. Patear la calle, golpear puertas, poner el oído y disparar proyectos para sacar al Concejo Deliberante de la eterna modorra que vivió en el último lustro. Es la primera parte de la historia que se propuso escribir para volver a ser intendente. El tiempo dirá el resto. 

No la tienen fácil 

Es una obviedad recordar que Víctor Aiola y Darío Golía son los dos protagonistas excluyentes de la política local. Los demás pueden ser buenos intérpretes, comentaristas u operadores con caja. En esta columna se insiste con que cuesta conocer o comprender los motivos reales por los que ambos deciden dar esta batalla a todo o nada. El médico radical/macrista está transitando su segundo turno y podría tomar un respiro, correrse y esperar o no, por otros cuatro años. Está claro que los objetivos planteados allá por el 2015 están lejos de ser alcanzados. Sobran materias pendientes. En la última elección se confirmó con miles de votos que se escurrieron por derecha. Que lo abandonaron disgustados y no tienen intenciones de volver. Menos cuando pinta que tendrán una versión liberal genuina, póngale. Además insistimos, en el ejercicio del poder, Aiola cosechó decenas de enemigos internos, que hoy son parte de una artillería que no pueden competirle pero están dispuestos a hacer daño. 

Por el lado del dos veces intendente con mandato cumplido , quedó confirmado que sin su presencia electoral, al peronismo de Chacabuco apenas le alcanza para ser una minoría digna.Los acuerdos más importantes los cerró y difícilmente se rompan. Hay madurez y voluntad de cumplir la palabra comprometida. También es cierto que los números son tan finitos que cada pequeña tribu pejotista, aunque marginales todas, representan la amenaza que llevará hasta el último día como la espada de damoc. En su caso no es menos difícil entender los motivos que lo llevaron a tomar la decisión de volver a proponer una pelea que de antemano se sabe que define la última tarjeta. En la búsqueda de alguna respuesta se puede bucear por el lado de aquella máxima peronista de “no hay política ni poder sin territorio”. 

Dios dispondrá 

En medio de una tremenda crisis global y con una guerra sin dimensiones de tiempo y consecuencias, los argentinos y argentinas no miran más allá del calendario mensual. 

La política se mueve en otra dimensión. Las especulaciones y roscas en torno a candidaturas están en el menú principal. En el pago chico, Darío Golía reza para que el gobierno nacional deje de meterse goles en contra. Victor Aiola debe lidiar con la inseguridad, el tránsito, los servicios públicos, el salario de los empleados municipales, el enojo sin retorno de los profesionales de la salud y todos los pequeños o grandes problemas que a diario impactan en su despacho. No menos fácil la tiene con la interna de Juntos a punto de estallar. 

Ambos incentivaron grandes apuestas y no podrán bajarse de esa pelea. Cada uno tiene y sabe que cuenta con lo que legítimamente han cosechado. Lo demás excede la precariedad de este cronista. Que Dios disponga.

A matar o morir