martes. 14.05.2024
Historias de vida

Nacidas, criadas y felices en el circo

Virginia y Silvia Douchet son la décima generación de una familia circense. Su padre vino de Francia a los 18 años con el circo Norteamericano radicado en Uruguay y conoció a su madre -trapecista- allí. “La gente de circo es valiente, porque hemos soportado muchas cosas: ciclones, vientos, fríos, tempestades, calor”, aseguraban en diálogo con Arrancamos Tarde (FM Radio Ultra 98.9).

circo
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Sus padres se casaron en Pocitos y luego viajaron a Buenos Aires. Como él era famoso en Francia lo trajeron como “espectáculo de lujo”. Los hijos empezaron a llegar itinerantes: uno, dos, tres, cuatro y cinco. Todos nacidos en lugares diferentes. 

Silvia nació en Santa Fe, en los Quirquinchos. Virginia nació en Quilmes. Otra hermana nació en Capital, el cuarto hacía vuelos y era domador de leones, se ataba una cintura en la soga y al león al cuello, y con el tridente les enseñaba a que pasen el aro. 

A los cinco años, un tío les enseñó a hacer contorsiones, y a los seis ya trabajaban en el circo. Les decían Las Maravillas Elásticas. Trabajaron juntas hasta que Silvia se casó, a los quince. 

A los doce años, a Virginia, la abuela le enseñaba trapecio. Después, hacía trío con unos tíos, ella siendo volante, y después llegó la cuerda floja con un balancín. 

“Nosotros nacimos en esa cuna, entonces no nos llama la atención. Cuando venía el circo todos corrían a ver a los animales, se armaba un revuelo”, recuerdan. Había leones, osos, elefantes, jirafas. A una elefanta de su padre, llamada Punchy, la lavaban,le daban de comer, y la montaban. Esa era una de las grandes atracciones de la compañía, que sólo descansaba los lunes. 

Después de casi cuarenta años, tuvieron la primera casilla rodante. Pero antes, vivían en los camarines de lona. Cuando llegaban a los terrenos se armaba la carpa, bajaban los baúles, y cuando venía tormenta se inundaba todo y había que subirlos arriba de la cama. “Era una vida bastante difícil, pero te acostumbrás porque naciste en eso. El que no nace en eso no lo soporta. Ahora es mucho más moderna la vida de circo, nada que ver”, dicen. 

Viajaban con varias familias, más de veinte, y la mayoría de los hijos eran nacidos y criados en el circo. Pero además, se sumaban integrantes nuevos en las paradas. 

Así, recorrieron casi toda la Argentina. A la hora de los anuncios, salían a la calle con los payasos, el carro que llevaba los leones, el oso y toda la gente salia afuera a festejar. 

La vida era circular. De pueblo en pueblo, de escuela en escuela. Hasta que terminaron en la Escuela Nº 4 de Chacabuco. 

-Yo valoro el esfuerzo de mi madre, que nos crió a las cuatro solas y nos enseñó buenas conductas. Nos mandaba impecables a la escuela. Siempre estaba la maestra que nos hacía mostrar lo que hacíamos, nos doblabamos en contorsiones, y los chicos nos aplaudían- dice Virginia.

- ¿Lo volverían a elegir como vida?

-Yo siempre le digo a mi esposo, a la persona que está en el circo le gusta ser como el pájaro, libre. A mí eso me queda, como que el circo es una libertad. Sos libre y te gusta viajar. Te queda eso en el corazón. Pero una vez que formás familia es diferente. 

-¿Qué les enseñó la vida en el circo? 

-Silvia: Supervivencia. Te enseña a vivir. Todo, desde la educación hasta saber elegir lo que vos querés. Y con respeto siempre. Nuestra madre nos ha enseñado el respeto, fue una madre ejemplar. A veces se malinterpreta la vida de circo, pero no debería, son familias como cualquiera. Viven en una casa, tienen su familia.

Virginia: A mi me encantaba volar en el trapecio, era como un pájaro. Mi abuela me retaba porque mi cabeza tocaba de una punta de la carpa a la otra. 

- ¿Y cuando se enfermaban que pasaba? 

- Igual subíamos, la función debía continuar. 

-¿Cómo era la vida de circo? Generalmente se cree que porque son nómadas son desorganizados o un montón de cosas así…

- Mi abuela era la cocinera, yo quería ayudarla y ella me decía “no, ya vas a tener tiempo para esto”. Nosotros teníamos el camarín, casilla rodante y la carpa donde estaba la cocina. Ella cocinaba para todas nosotras, mi mamá nos bañaba en un fuentón, nos enjabonaba. Piojos nunca tuvimos, y eso que teníamos todas el pelo por la cintura. Porque dicen que somos sucios y nada que ver, equivocados totalmente. Y teníamos un baño químico, en ese tiempo había un líquido que compraba mi abuelo y usábamos eso. Agua teníamos que salir a buscar, mi mamá se encargaba de eso, salía con los baldes a buscar alguien que nos diera el agua.  

Nacidas, criadas y felices en el circo