sábado. 04.05.2024
CORO POLIFÓNICO DE CHACABUCO

“Mi deseo sería que Chacabuco tenga un semillero”

Jorge Casellas es jubilado del Poder Judicial, Martillero Público y Director del Coro Polifónico de Chacabuco desde hace más de 40 años. En diálogo con Cuatro Palabras nos cuenta sobre sus inicios musicales, cómo se trabaja con un coro, las cosas que más disfruta de su profesión y los sueños que aún tiene para la ciudad. “Mi deseo sería que Chacabuco tenga un semillero, un Coro de Niños para que esto continúe con gente formada”, expresa. 

 

Por Josefina Poy

jorge casellas
jorge casellas

- ¿Cómo te iniciaste en la música? 

 

- Empecé estudiando violín de chico, con el maestro Marsiletti, que enseñaba piano también, impulsado por mi padre. En aquel momento habia mucho musico en el pueblo, habia como seis orquestas en órbita y vivían de eso. No era lo mío el violín, era muy chico y no le podía encontrar la vuelta.  Cuando falleció mi padre comencé con la guitarra, con el maestro Daletto, que me despertó y abrió el panorama. Hacía folklore con algunos grupos vocales en Chacabuco e ingresé al Coro Municipal, que se creó en el año 70.

Me fascinó y no dejé más. A fines del 75/76 se me confía la dirección del coro, yo ya venía trabajando con el Coro de Niños “Santa Cecilia”, fueron mis primeras armas. Me gustó la actividad y 53 años después sigo acá, no puedo despegar, es un amor que no se deja fácil. 

 

- ¿Y con la guitarra continuaste? 

- La guitarra siempre me siguió de apoyo, yo cantaba folklore y aun me gusta hacerlo, la guitarra es el instrumento que adopté o me adoptó ella a mi. 

El coro trabaja a capella, es coro puro sin instrumento, a veces nos servimos de algún instrumento como guitarra, charango, bombo o quena. Pero básicamente trabajamos con lo coral y la guitarra es ese apoyo para lograr la altura de las ejecuciones o en los ensayos. 

Es una cosa muy atrapante, no es solamente la música en sí, el hecho de que se produzcan armonías, obras completas con la voz humana como protagonista, es todo un tema muy especial. En el caso del coro, es una actividad también humana y social muy importante, no es el frío instrumento que uno lo afina, se sienta y lo toca. Acá los instrumentos son seres humanos, individualmente componen las cuerdas y las cuerdas terminan componiendo el todo. 

Entonces, hay un plus muy importante. Además, los coros vocacionales como este, crean una conciencia de trabajo en común, todos aportan su granito de arena para lograr una partitura por ejemplo. Es mágico que todos aportemos para que ese resultado aparezca. 

 

- Se arma un grupo muy de amigos, ¿no? también viajan, se acompañan

- Por supuesto, también viene lo humano, las relaciones, que se sientan bien. Todo lo que hace a la vida de un grupo. Es un ambiente muy sano porque no hay metas económicas, partiendo del director que hace más de 14 años que lo dirijo ad honorem y lo hago por amor a la música y al coro, sumado a los integrantes que muchas veces se costean sus uniformes, partituras y viajes. 

A veces me comentan “No tenia ganas de venir, no me sentía bien pero vengo acá y me olvido de todo”, es como una terapia, un bálsamo. No pensas más que en lo que estás cantando, conectar con la música. 

A mi me costó inclusive que mi familia lo entendiera, yo vengo de familia de músicos, mis dos hermanos varones integrantes de orquestas de acá me decían “¿te vas a meter en el coro? mira que son gente rara” jaja, le dije “son muy normales, es muy lindo lo que se vive”. 

 

- En esa época tampoco estaba tan desarrollado como hoy, con el trabajo que vos hiciste para que sea más popular

- Si, hubo que romper ese cascarón para que a la gente le guste esa música. Es muy especial, transmite sensaciones que a veces… La voz humana tiene un condimento muy especial. Nuestro instrumento está a 10 cm del corazón, cuando vibran vibra la emoción del que canta y el que recibe, el que escucha, también lo percibe. 

Es una lástima que los coros de niños que existieron no estén hoy… sería un semillero para lo que sigue, lo que viene. Si bien hay muchos chicos jóvenes formándose en la música, como el caso de la Banda Municipal que suenan muy bien con gente joven y preparada para eso, eso hace bien. A la larga van a tener que seguir con estos semilleros, hacer musicos nuevos es un trabajo tremendo, de hormiga. Ojalá en un futuro se hagan coros de niños para que subsistan los coros de mayores. 

 

- Yo que lo pude ver de cerca… me parece una actividad social increíble,ustedes hacen la Noche de los Coros que es magnífica, ¿Van a hacerla este año? 

- Hemos logrado una permanencia, eso nos dio la posibilidad de tener un lugar físico y uno le toma cariño. Vivimos 50 años usando lugares alternativos para ensayar y el ser humano es un animalito de costumbre, necesita ese arraigo, “este es mi lugar, esta es la casa del coro, acá comemos un choripán o tomamos mates o festejamos un cumpleaños también”. 

Somos de los pocos coros con sede propia, pertenece al coro y quedará para la comunidad. La idea de comprar esta casa es que siga ligada a la música, así lo dice el estatuto de nuestra comisión para que algún día se pueda soñar con tener un Conservatorio de Música en Chacabuco. Los jóvenes que quieren estudiar tienen que irse, no muy lejos, pero tienen que irse. 

Chacabuco dió tantos músicos buenos y hay actualmente un número muy importante de chicos. 

Intentamos no cortar con el encuentro coral, tal vez sea más reducido porque entendemos lo que es movilizar tantas personas y también recibirlos. Pero los de la zona siempre vienen, nos visitan y respetan, disfrutan la Noche de los Coros.  Eso le sirve a los coros, porque detrás de cada actuación hay muchas horas de preparación y trabajo. Y los coros también valoran que vaya el público, llenar la sala y que estén con ganas de escuchar música. 

 

- Es hermoso, además tocan temas clásicos, escuchas un tango, algo más moderno… La última vez hubo hasta rock nacional

- Absolutamente, ya no es ese coro que estaba ahí todo estructurado y haciendo música sacra solamente. En eso se adelantó mucho y sirve para que la gente se acerque a ver coros. Eso te anima y te da ganas de seguir produciendo música. 

Esto es un complemento de vida, más que una actividad pura o artística, es donde la gente se expresa y se desconecta, dejan la mochila con los problemas en la vereda y acá adentro cantan. Sirve para entrar en otra dimensión. 

 

- ¿Cuáles fueron tus mayores satisfacciones como director? 

- Mi etapa imborrable es con el coro del niño, que hoy ya son abuelas. Esas niñas vienen a cantar algunas de ellas pero ya son más grandes. Me da la pauta de que esa semillita sirvió para algo. 

Más alla de eso, trabajar con niños es trabajoso y desgastante, pero es maravilloso. El niño tiene algo que no tenemos los mayores, no está contaminado, el niño es tierra fértil, te ama y respeta, tiene una pureza que se transmite en la música. 

Yo tenía en la cabeza formar el coro de niños, cuando aún no lo había hecho, había consultado con algunos maestros y me advertían que era delicado. En aquella época eran niños que se podía llegar más fácil, no estaban influenciados por la televisión o la computadora. Cuando vino un coro de Junín a mi se me puso la piel de gallina pensando en todo lo que podía hacer y lograr en Chacabuco. Alcira Ratto era profesora de música en la Escuela de Educación Católica y fue quien me dió el empujón, me empezó a mandar a los primeros chicos - un poco elegidos porque ella les veía cualidades y que podían aguantar disciplina - y empezamos con 90 chicos que al poco tiempo cantaban como los dioses. Eso dió mucha satisfacción. Es una lastima que no se siga trabajando.

Si pudiese soltar una expresión de deseo sería que Chacabuco tenga un semillero… llámese coro de jóvenes o de niños para que, dentro de cinco o seis años, tengamos gente formada. 

A nivel oficial creo que deberían apoyar a alguien con juventud, con ganas y un poco de sueño para lograrlo. Tiene lo suyo porque los chicos cantan desde los siete años hasta los doce que mudan la voz, los varones se suelen ir y quedan las nenas. Es un trabajo arduo, de recambio, constante. 

 

“Mi deseo sería que Chacabuco tenga un semillero”