Extrapolar conceptos de una ciencia a otra no es lo más apropiado, sin embargo, esta experiencia del naturalista más famoso del siglo XIX, bien puede aplicarse a la última hibridación de la polí- tica criolla: se creó una alianza con dos vertientes bien diferentes en la que pareciera que una, la de color amarillo, como en las pruebas de Mendel, hace predominar su impronta.
El pedigree PRO
El grupo inicial que rodeó a Mauricio Macri proviene de la Fundación Creer y Crecer, nacida durante el convulsionado invierno de 2001, cuando el actual presidente de la República era el titular de Boca Juniors y además comandaba aquella ONG con aspiraciones gubernamentales capitalinas. Recuerdo que entonces un amigo, ubicado en las antípodas del macrismo, arriesgó: “Acordate que este tipo llega a presidente”. También infl uyó en la creación de lo que a partir de 2008 se llamaría "el PRO" el Grupo Sophía, fundado por Horacio Rodríguez Larreta, en 1994, y patrocinado por empresas como el Banco de Galicia, Techint o Telefónica. De allí provienen -entre otrosla actual gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, y la Ministra de Desarrollo Social de la Nación, Carolina Stanley. En una síntesis apretada podemos decir que en 2003 varios partidos de la derecha porteña crearon la alianza Frente Compromiso para el Cambio (CPC) para sostener la candidatura de Mauricio Macri para Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Luego aparecieron Compromiso para el Cambio y la alianza electoral de alcance nacional Propuesta Republicana con el aporte de Ricardo López Murphy.
El aporte genético de la UCR
Más o menos ya se sabe que la Unión Cívica Radical es un partido fundado el 26 de junio de 1891 por Leandro N. Alem. Herederos de la Revolución del Parque de 1890, los radicales tienen un historial varias veces más extenso y bien distinto al de este socio actual con el que están llevando adelante la versión renovada de la derecha criolla. No alcanza el espacio de esta columna ni para empezar a detallar todo lo aportado por el radicalismo a la historia de la República. Sí valga un párrafo para aquella versión ochentista, que ganó las elecciones más emocionantes de las últimas tres décadas, cuando los argentinos volvimos a la vida democrática. El 30 de octubre de 1983, con la boleta 3, Raúl Alfonsín alcanzaba la presidencia de la Nación. Radicales o no, todos los que pasamos por ese momento histórico recordaremos con respeto a ese hombre que fue capaz de plantarse frente a Ronald Reagan, por entonces el personaje más poderoso del planeta, con aquel histórico discurso en los jardines de la Casa Blanca, en marzo de 1985, enfatizando su rechazo por las soluciones militares a los problemas políticos y recordándole a su par norteamericano la vigencia en el derecho internacional del principio de no-intervención. Entre otras cuestiones estaba en juego Nicaragua. La última visión que tenemos de un primer mandatario radical es aquella del cordobés Fernando de la Rúa huyendo en helicóptero desde la Casa Rosada, a las 19:50 del jueves 20 de diciembre de 2001. Hoy, en este híbrido llamado CAMBIEMOS, a la UCR le toca el papel de proveedor de intendentes, de algún gobernador o ministro, pero en cuanto a lo ideológico, como explicaba Mendel, juega un rol de carácter recesivo; no aporta nada.
El experimento prospera
Precisamente, espantar el fantasma de la Alianza es uno de los desafíos más importantes que debió afrontar CAMBIEMOS. Claro está que la situación es otra y que Mauricio Macri no es Fernando de la Rúa. Desde el vamos consiguió el apoyo, el aguante, la cuota de paciencia necesaria de casi todos, exceptuando por supuesto, al núcleo duro del kirchnerismo y a algunas otras fuerzas minoritarias de la izquierda que le podrían hacer menos daño que un mosquito. Sergio Massa acompañándolo al Foro de Davos es más que un botón de muestra. Las “coincidencias” y el buen ambiente que reinaron en la reunión de Macri con los popes de las tres CGT es otro. ¡Ah, sí! el gobernador salteño Urtubey y sus declaraciones mostrando la “cara buena” del peronismo acompañante es otro. Si buscamos, más que para muestra, hay botones como para una sotana. A poco más de dos meses de gestión, el líder del conservadurismo argento del siglo XXI ha logrado convencer a muchos de quienes no lo votaron de que vale la pena quedarse en el molde y esperar un poco. Si la jugada le sale bien, tendremos que el cruzamiento gené- tico entre macristas y radicales se habrá consolidado y hablaremos de una nueva especie, nacida al calor del voto democrático y con el carácter dominante del gen conservador que podrá crecer en un sustrato fértil abonado por esa tendencia permanente a la derechización de grandes sectores de la sociedad argentina.